Pobreza y desigualdad en México

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Lic. Ernesto Nemer Àlvarez, Subsecretario de Desarrollo Social del Gobierno de la República, es distinguido Socio Numerario de la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística del Estado de México y pronunció un importante Discurso en la Legión de Honor Nacional de México.

De acuerdo con estimaciones del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, el Coneval, de los 117 millones de mexicanos que vivimos en nuestro país, poco más de 53 millones se encuentran en algún tipo de pobreza es decir, que tienen una o más carencias de: alimentación, educación, salud, ingreso, seguridad social, y calidad y servicios básicos en la vivienda.

De éstos, alrededor de 27 millones carece de una alimentación básica.

Igualmente dramático es que más de 11 millones y medio de personas vivan en pobreza extrema, es decir con ingresos inferiores a la línea de bienestar económico que es de 2 mil 329 pesos en el ámbito urbano y de mil 490 pesos en zonas rurales.

Si bien estos datos hablan por sí mismos, diversos y complejos son los temas que ocupan la agenda de la política social aunque, sin duda, como podemos observar, el combate a la pobreza alimentaria es el primero de ellos y el más apremiante por atender.

Permítanme con esta reflexión plantear brevemente algunas interrogantes.

¿Por qué si han sido crecientes los recursos destinados al desarrollo social no disminuye la pobreza?

Como ustedes saben, el presupuesto para desarrollo social se incrementa anualmente.

Sin embargo, en razón del diseño institucional y la operación de la administración pública federal, había sido una constante que la aplicación de dichos recursos se orientara con un enfoque sectorial, lo que llevó por décadas a direccionar recursos de manera que se generaban duplicidades o incluso no se dirigían los apoyos a los grupos de población con mayores carencias, de igual forma la ejecución de acciones no estaba vinculada entre las dependencias propiciando con ello, inconsistencias en su ejercicio.

Además de esto, gran parte de los recursos se destinaban a acciones asistenciales, reproduciendo la pobreza entre generaciones.

Es decir, aunque se cuenta con recursos, el efecto de su aplicación no ha sido positivo, en virtud de asignarse a la ejecución de muchos programas y acciones, sin tomar en cuenta una perspectiva integral, para el beneficio de una misma familia.

Por ello, el señor Presidente de la República consideró importante implementar un nuevo diseño de la administración pública que reconozca que la atención a estos complejos fenómenos de desigualdad y pobreza no puede darse de manera aislada por una sola Secretaría o dependencia, sino por el contrario, debe imperar una visión integral y por tanto multisectorial.

La estrategia de la Cruzada Nacional contra el Hambre pretende una solución estructural y permanente a la carencia alimentaria, en la cual participan de manera articulada 19 dependencias federales y se suman más de 90 programas, así como los gobiernos estatales y el Distrito Federal y, por supuesto, los gobiernos municipales.

Un segundo tema de esta agenda es la desigualdad, las brechas en nuestro país son drásticamente opuestas y se manifiestan de manera evidente a lo largo de las regiones, estados y municipios.

En este punto, permítanme detenerme para pedirles que pensemos por un momento sobre este ejemplo: las condiciones de vida y el entorno comunitario de un niño de 10 años de edad de San Felipe del Progreso, Estado de México, son completamente distintas a las de un niño que vive en la colonia del Valle de esta ciudad.

Los dos niños son mexicanos, pero con distintas posibilidades al no tener el mismo acceso a la alimentación, a la educación, a la salud y a la información. Esto, como ustedes pueden observar, limita -de manera inadmisible-, el desarrollo de las capacidades y el ejercicio de los derechos de uno de ellos.

Aún cuando la constitución los protege a ambos y les da la misma calidad jurídica, la realidad social se sobrepone propiciando una brecha de desigualdad pero, sobre todo, violentando sus derechos y garantías sociales elementales.

Por otra parte, merece especial atención el revisar la dinámica demográfica de nuestro país, la cual presenta un número creciente de población de adultos mayores.
La población mayor de 60 años asciende a más de 10 millones y representa el 9% del total nacional.

En 2010, de un total de cerca de 25 millones de hogares, se identificaron casi 7 millones con al menos un adulto mayor.

Hoy, la tendencia internacional es considerar en el rango de los mayores de edad a quienes tienen de 65 años en adelante. En nuestro país, en 4.5 millones de hogares habitan adultos mayores que no cuentan con ningún tipo de pensión ni jubilación, por lo que la carencia de ingreso a esa edad limita, muy lamentablemente, el ejercicio de sus derechos elementales como la alimentación y la salud.