La
descripción del planeta tierra es una de las actividades empíricas más antiguas
desde que el ser humano lo habita, la necesidad de graficar su observancia ha
ocupado una notable constancia de tiempo y espacio, esto es precisamente la
esencia de la ciencia geográfica moderna; en todas las culturas y tradiciones
alrededor del mundo se encuentran registros de todo lo que existe y se tiene la
capacidad de visualizar, y por el contrario, todo aquello que no fue posible en
un principio se delegó al rango de lo espiritual o divino; esta circunstancia
dio paso a nuevas disciplinas como la astronomía y cosmografía. Gracias al
fenómeno constelar que encontramos básicamente desde las familias, tribus,
clanes, hordas etc., en el plano espacial, se logró llegar más allá de los
límites de su mismo estatus de “realidad” y del conocimiento refutable.
Desde
Eratóstenes, Heródoto, Claudio Ptolomeo, Pomponio Mela, Al-Idrisi, hasta Cosmas
Indicopleustes, Nicolás Copérnico, Galileo Galilei, las culturas China y Maya
ya se lograba la sistematización de cada elemento que compone la ciencia
geográfica y cosmogónica; anterior a los viajes y “descubrimientos” por parte
de las potencias occidentales de inmensas extensiones territoriales desde siglo
XV, fue Amerigo Vespucci quien retomó
todos estos compendios resguardados en la llamada Edad Media, lo que dio paso a
las primeras cartografías del denominado “nuevo” continente; sin embargo fue
hasta la persona de Alexander von
Humboldt que se materializaba toda la bibliografía expuesta anteriormente;
y en su viaje a las regiones occidentales fue que se comenzó a reformar cada
aspecto físico y cultural que compone la ciencia geográfica moderna y
particularmente del actual continente americano.
Tras
haber conseguido en noviembre de 1799 una audiencia con Carlos IV y la Reina
Maria Luisa de Parma, y con ello un “pasaporte real” para protección de “su
Majestad Católica”; el mismo mes da inició el viaje de Humboldt y Aimé Bonpland
a las américas del sur, centro y del norte; con empleo ejemplar de instrumentos
de precisión para la averiguación entre otros, de la longitud y latitud;
perfiles de países, morfología y fitogeografía; esbozos de mapas; perfiles de
montañas con indicación de niveles medidos barométricamente; modelo de todos
los demás viajes posteriores.
El
22 de marzo de 1803, arribó Humboldt al puerto de Acapulco; el 4 de abril a
Mexcala; el 5 de abril a Taxco; del 6 al 8 de abril a Tehuilotepec; el 11 de
abril en la ciudad de México; del 15 al 27 de mayo en Pachuca, Regla,
Atotonilco y Actopan; del 1 al 4 de de agosto partida de la ciudad de México
para una excursión y llegada a Querétaro; del 8 al 9 de septiembre en
Guanajuato; el 14 de septiembre en Valladolid (Morelia); el 19 de septiembre
ascensión al volcán Jorullo; el 28 de septiembre llegada a Toluca y ascensión
al volcán del Xinantécatl.
“El
sabio huésped amigo”, como fue llamado por la autodenominada “primera casa de
ciencias en México”, el Real Seminario de Minería (1792-1811), donde a petición
de “ingenieros” como Luís Martín trazó un esquema para un plano del Valle de
México, tomando como base tanto las triangulaciones geodésicas que habían sido
levantadas en el pasado, como diversas observaciones astronómicas, trigonométricas
y barométricas, indicando puntualmente la forma y altura relativas de las
montañas que separan el Valle de Toluca, Tula, Puebla y Cuernavaca; donde
descubrió “imperfecciones” en la carta e hizo que en el colegio, ya corregida
la carta, fuese redibujada ante su vista[1],
se dio cabal cuenta de las falsas medidas del gobierno colonial unido más
íntimamente a los españoles criollos y a los españoles europeos. Criticó sin
reservas las condiciones de vida y la opresión que privaba en las minas, al
describir la humillante costumbre de que los “mandones” llamaban “caballitos”
a los hispánicamente denominados “indios tanateros; eran verdaderas bestias de
carga”, que para Humboldt “esas fuerzas podrían ser empleadas para la sociedad
de manera más ventajosa, pero menos nocivas para la salud de esos individuos”.
Al
haber estudiado Humboldt ciencias económicas y administrativas así como letras clásicas
en las universidades de Frankfürt y Göttingen, le pareció imperfecto y poco económico
el método de extracción; que sin embargo, la calurosa acogida del virrey
Iturrigaray le abrió las puertas a la vida científica y social virreynal; con
complacencia se le mostraron numerosos archivos y bibliotecas, donde quedó
entusiasmado de la ciudad de México por su belleza arquitectónica, riqueza en
esculturas prehispánicas y códices aztecas.
Los
historiadores y ensayistas como Ortega y Medina, Carlos Pereyra, José Miranda y
sobre todo Cosio Villegas afirmaban que, “el prusiano vio a México únicamente
con ojos de colonialista lo que provocaría las invasiones francesa, inglesa y
norteamericana”, las cuales ya eran inminentes ante la brutalidad, ignominia y
corrupción hispánica, nada raro en nuestros días.
Para
Brígida Margarita von Mentz, es importante hacer notar que en la República
Democrática Alemana se han hecho estupendos estudios acerca de la influencia
que Humboldt tuvo más tarde sobre los acontecimientos políticos en
Latinoamérica, siendo partidario de un sistema político liberal y
económicamente libre cambista, desde luego influenciado por Adam Smith y, consecuentemente,
como manifiesto opositor al esclavismo y a la servidumbre en cualquiera de sus
manifestaciones; no le paso por desapercibido cómo, donde existe un sistema de
clases rígido, encontraba el visitante construcciones grandiosas y mucha
riqueza, más ninguna “cultura moral”, pues esta “solo es el resultado de la
libertad individual” [2]; su
postura ante la independencia de las antiguas colonias españolas fue escuchada
al llegar a París (1804) por Madame Dervieu du Villars, aristócrata venezolana,
quien según Hanno Beck[3], le
presentó a su primo quien había viajado a Europa, el joven de 21 años se llamaba
Simón
Bolívar y de inmediato simpatizó con Humboldt al escuchar que citaba series
de cifras estadísticas que documentaba inequívocamente el valor de las colonias
españolas, y es así como el propio Bolívar llamó más adelante a Humboldt el
“descubridor del Nuevo Mundo… cuyo estudio había dado a América algo mejor que
los propios conquistadores”[4].
El
paso de Humboldt por México continua la siguiente cronología: en 1804 del 9 al
12 de enero inspección del canal del desagüe de la ciudad de México; el 20 de enero
salida de la ciudad de México, donde ya había escrito su “Essay de Pasigraphie”, y examina en él, la exposición de fenómenos
geológicos por medio de signos, ante todo, dos clases de mapas (perfiles), esto
es: “Cartes des hauteurs ou des
inégalités du sol y Cartes des
formations ou de la nature des roches”; del 22 al 25 de enero llegada a
Puebla; del 19 de febrero al 7 de marzo estancia en Veracruz; del 7 al 19 de
marzo travesía de Veracruz a la Habana; el 29 de abril partida de la Habana a
los Estados Unidos; del 20 de mayo al 9 de julio estancia en los Estados
Unidos; y del 9 de julio al 3 de agosto travesía de Filadelfia a Burdeos.
El estrecho vínculo con las comunidades
científicas galas y la larga estancia de Humboldt en Francia dio paso a que en 1821
fundara la Société de Géographie en París, preparada por Malte-Brun donde Humboldt
figura en la comisión central, que sin embargo tras la separación de las colonias españolas en América
(1810 a 1824) y ante la incertidumbre política que azotaba también a toda
Europa particularmente las relaciones franco-prusianas, Humboldt escribe una
carta a su hermano Wilhelm en 1824 donde expresa la intención de la creación de
un Instituto
Mexicano de Investigación, “tengo
el proyecto de un gran instituto central de las ciencias en México, para toda
la América libre. El emperador mexicano (Agustín I Iturbide), a quien conozco
personalmente, caerá, subirá un gobierno republicano, y yo tengo la idea firme de
terminar mis días de la manera más agradable y más útil para las ciencias en un
lugar del mundo en donde me aprecian extraordinariamente y en donde todo me
permite esperar una existencia feliz”[5].

Sin embargo, Humboldt siempre fue
valorado como un extraordinario diplomático, lo que lo llevó a encomendarle por
el emperador prusiano Federico Guillermo III, actividades relativas al Estado,
donde el éxito fue indescriptible reuniendo en conferencias y cursos gratuitos
de carácter público, a ciudadanos, damas de la alta sociedad, artesanos,
príncipes reales, “al rey y al maestro francmasón” en una especie de asamblea
nacional alemana, fundando así, en abril de 1828 la (Gesellschaft Für Erdkunde)
Sociedad
de Geografía de Berlín, que celebró su primera
sesión el 7 de junio del mismo año, nombrando como presidente a Carl Rittel;
con esto tenía la geografía otro punto de cristalización extra-académica, en
donde para aquellos científicos, en la historia de la cultura significaron el
fin del Romanticismo; en palabras del propio Humboldt: “con el saber venia el
pensar… y con el pensar la seriedad y la fuerza en la multitud… ¡Ojalá dé la
difusión del pensamiento a la masa, la fuerza, sin la cual no puede conservarse
aquello que ya se ha conquistado!”; aquí se denosta la importancia de la
descripción del universo y de la historia en sentido geognóstico, definiendo
así al propio tiempo y en sentido figurado, el carácter futuro del siglo XIX.
Para 1830 participa en la fundación
de la tercera asociación geográfica en el mundo, la Royal Geographical Society
de Londres. En México los intelectuales liberales se percatan de tales
magnitudes, y en 1833 a manos del presidente Dr. Valentín Gómez Farías harían
posible la realización de los sueños del berlinés, fundando lo que hoy en día
es la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, siendo ésta, la
cuarta en el mundo y primera en América, consolidando los trazos para vida
científica de dicho continente y en particular de nuestro país; entendiendo que
el conocimiento científico es la pura expresión de la libertad.
Por: Anuar Garcíasalgado Jaramillo,
Licenciado en Ciencias Políticas y Administración
Pública.
[1] Izquierdo, José Joaquin. La primera Casa de Ciencias en
México. Ediciones Ciencia. México, 1952.
[2] Von Mentz, Brigida Margarita. México
en el s. XIX visto por los alemanes. UNAM & FCE, México, 1982.
[3] Beck, Hanno. Alexander Von Humboldt.
Fondo de Cultura Económica, México, 1971.
[4] Idem, p. 244.
[5] Ibid, p. 296.
[6] Ibid, p.298.
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