Por: la Maestra en Filosofía,
Graciela Santana Benhumea.
La virgen, Metepec, Méx., a de julio de 2014.
Muy querida Margarita:
La luz se congelo en el umbral del día de tu partida.
Aire de espinas cortó de tajo la esperanza en aquella mañana del sol taciturno.
Pájaros en silencio compartieron la noticia de tu deceso. Las flores y los
espejos fueron grises de bruma y desconcierto. Y la incredulidad y el miedo
volaron en boca en boca como negras mariposas por entre las rendijas del
misterio en espera de una noticia equivocada. Más no fue así. Pasados confusión
y aturdimiento, como un rayo a la mitad de la tormenta, voces amigas
confirmaron tu fallecimiento y estremecieron tu recuerdo en el desconsuelo.
Como en un torbellino acudieron a nuestra mente destellos y retazos de vida como chispazos en el devenir existencial: tu imagen Margarita, y las de Pedro, Úrsula y Jorge y tus libros, tus museos, tus premios, tus calles, tus casonas, tus amigos, tus columnas periodísticas, tus ojos, tus aretes, tus trajes, tus collares, tu judas, tu risa, tu voz, tus colores y dolores… Recordamos de pronto, como en un remolino, aquellos tus años de bella normalista, de inteligente historiadora y funcionaria en la Universidad, de mujer de cultura en aquel Toluca en el que éramos como una gran familia y todos nos conocíamos. Y reviví, en esa vorágine de pensamientos y edades, el tiempo en el que coincidíamos como Directoras de Museos en el Centro Cultural Mexiquense y 1992, año en el que, a invitación tuya, estuve en el taller de pintura Nishizawa. Evoqué al mismo tiempo, los Pergaminos que recibimos en esta sociedad de Geografía, nuestras conferencias en el Año Bicentenario y nuestras sesiones de Ateneo; asimismo venían a mi mente en aquel tumulto de recuerdos, nuestros desayunos con periodistas y escritoras, nuestro puntos de acuerdo sobre los problemas sociales, sobre el rescate del patrimonio edificado, además, las charlas acerca de nuestros próximos libros a los que considerabas siempre como hijos. Entre tantos pensamientos y recuerdos llegó, como en un relámpago a mi memoria, la tertulia que celebraste apenas hace unos meses en la casa que fuera de tus padres (de cuya esforzada remodelación sentías tanto orgullo), tertulia en la que compartiste con nosotros no sólo a tu familia sino a tu infancia, a tu juventud, a tu música, a tu árbol de naranjas y a tus lágrimas negras, además de la extraordinaria presentación de tu obra sobre la arquitectura antigua de las casas toluqueñas.
Al evocarte en aquellos momentos, con tus crónicas
tolucenses y tu labor fecunda en la recuperación de la Historia local y
nacional, también recordaba a tus haciendas porfirianas, a tus obreros, a tus
campesinos, a tus soldaderas, insurgentes y revolucionarias, a tus viajes
ilustres, y me rehusaba a aceptar que te habías ido, que ya no estarías
físicamente en la fila de tu comunidad toluqueña y que no volveríamos a
disfrutar de tu bella presencia ni a coincidir en nuestro espacios comunes, ni
en el Ateneo, ni en el Patronato de la Normal ni en esta Sociedad. Y el alma se
encogía asustada en el hueco de la pesadumbre ante la eterna encrucijada de lo
incomprensible. Aún no comprendía tu gran triunfo al trasponer el pórtico
dimensional por el que, bendecida por el dolor, pasaste a la inmortalidad.
Poco a poco, los diversos y sentidos homenajes que tu
querida familia, autoridades, amigos y compañeros en justicia te han rendido,
aminoraron la pesadumbre de evocar, con singular calidez, amor y respeto,
pasajes de tu vida y de tu obra, que nos han hecho conciencia de que no te has
ido, de que sigues entre nosotros para siempre. Y aunque tus amados deudos,
amigos y compañeros conocen ya mis sentimientos por ti, expresados públicamente
hace un par de días en Sesión Solemne del Ateneo en la Biblioteca José María
Luis Mora, a cuya Sala de Consulta del Fondo Reservado se impuso tu nombre por
las muchas horas y días de tu vida que pasaste en ella y por sus añosos
volúmenes guardan la huella de tus manos
y la luz de tus ojos, quiero decirte que no pude rehusarme a participar este homenaje
en tu honor, en esta ilustre y Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística
que me toco refundar y de que fuiste distinguida consocia. Acepte y agradezco
profundamente a nuestro dilecto amigo Mtro. German García Salgado, su amable
invitación para escribirte de nuevo y loarte desde esta ilustre tribuna nacional que fue abordada en momentos
históricos por Gómez Farías, Juárez, Ocampo, Rivapalacio, Prieto, Altamirano,
Ramírez, Mora, Fabela, y que también fue tuya como lo ha sido de los
mejores hombres y mujeres de México.
Querida Margarita: Compañera de luchas y de ideales,
maestra ejemplar, historiadora prolífica, amiga leal, intelectual trascendente,
mujer honesta, íntegra y patriota, guerrera en las lides de la identidad
toluqueña y mexiquense, Margarita indiscutible e inolvidable, con esta carta te
doy las gracias por ser como fuiste con todos tus amigos en esos chispazos de
vida tangenciales con los que fuimos privilegiados. En su nombre y en el mío
propio, ya te he dicho y te diré por siempre que eres la hermosa nube que, al
disolverse en el tiempo y el espacio, se trasforma en rocío, en lluvia, en
cierzo, en arroyo, en granizo, en hielo, en nieve de tu amado Xinantécatl y
en géiser, en laguna, en mar, en sangre,
en lágrima o perla que estarán siempre allí, no sólo en el recuerdo de todos
nosotros y de las generaciones futuras, sino en l energía inconmensurable del
Universo que no morirá jamás!
Con cariño
GRACIELA SANTANA BENHUMEA
La Virgen, Metepec, Méx., a 11 de julio de 2014.
Maestra Graciela Santana, su escrito me estruja el corazón y me enorgullece. Gracias por transmitir sentimientos tan auténticos y tan fuertes de una guerrera de la cultura, como lo es usted y como lo fue mi mamá. Conservaré esta carta siempre conmigo. Gracias por su bello texto. Atentamente Úrsula Cotero García Luna
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