Dr. Jorge Olvera García, Rector de Universidad Autónoma del Estado de México, en su ingreso a la SOMEGEM. |
Tal
como lo expreso Ignacio Ramírez Calzada, el "Nigromante", ¨el crimen mas grande que puedas cometer contra cualquier ciudadano es
negarle una educación que lo emancipe de la miseria¨; precisamente que a su
vez es punto de partida de la universidad publica, liberal, autónoma y esencia
del hombre y de la sociedad.
Humanismo
y universidad en nuestro tiempo nos lleva a evocar, de manera ineludible, el
pensamiento liberal mexicano más lúcido del siglo XlX, es traer a nuestra mente
los rostros e ideas de eminentes personajes como la de Ramírez Calzada, de
Valentín Gómez Farías e igualmente Manuel Altamirano; es pensar en la cultura
ilustrada que nutrió sus espíritus, producto de la revolución Francesa y sus
ideales de libertad, igualdad y fraternidad, que al mismo tiempo dieron rumbo a
nuestro marco jurídico a través de la constitución de 1824 y, de manera
contundente, en la de 1857.
Este
ideal humanista el interior de la universidad pública mexicana se prefigura
principalmente en el liberalismo social de Ignacio Ramírez Calzada, quien en
palabra de sus discípulos Ignacio Manuel Altamirano era un sembrador de ideas,
prueba de ello es la redacción de la ley de educación del estado de México de 1847
que sienta los pilares de un modelo de país.
Establece
que la educación se protesta exclusivamente del estado y debe caracterizarse
por se obligatoria, laica, gratuita y en lengua española, implica en ese
momento romper con esquemas anquilosados y oscurantistas que impiden el
progreso y fijaban una meta clara de la nación que se quería construir. Se
trataba de un nuevo paradigma educativo que buscaba integrar a las mayorías
indígenas, en las que privaba la pobreza y la ignorancia, a un modelo de equidad
y justicia, que proporciona la movilidad social.
Posteriormente,
bajo la cercana supervisión de Valentín Gómez Farías, como presidente del
congreso nacional constituyente, Ignacio Ramírez Calzada, ¨El Nigromante¨
redacto el articulo 3 de la constitución de 1857 que además de lo antes
expuesto declaraba que la educación debía fomentar el amor y la lealtad a la
patria, la justicia social y la no intervención del clero y sus doctrinas en
las aulas. Estos ideales, serian recogidos por Justo Sierra y cristalizado en
un proyecto de universidad que bien expreso en su discurso al inaugurarse la
Universidad Nacional.
Cuando el joven sea hombre es preciso que la Universidad
o lo lance a la lucha por la existencia en un campo social superior o lo
levante a las excelsitudes de la investigación científica, pero sin olvidar
nunca que toda contemplación debe ser el preámbulo de la acción, que no es
licito al universitario pensar exclusivamente para sí mismo, y que si se puede
olvidar en las puertas del laboratorio al espíritu y a la materia, (…) no
podemos moralmente olvidarnos nunca ni de la humanidad ni de la patria.
Nutridas
del ideas humanistas y científico las universidades públicas mexicanas asistan
sus principios regentes, entre ellas nuestra querida Universidad Autónoma del
estado de México, erigida como tal el 21 de marzo 1956, no olvidemos que
tuvimos un antecedente ilustrísimo que albergo a las mentes más preclaras del
siglo XlX, con magistral precisión Altamirano nos describe este pasaje:
¨Entonces se reorganizo el instituto Literario, ese
plantel donde se educaron muchos de nuestros hombres públicos que se han hecho
notables en el foro o en el parlamento¨.
El
recorrido ha llevado siglos y por supuesto, no comenzó en América. La
secularización de las universidades y la asunción de un ideal humanista en su
interior proveniente del renacimiento.
En
efecto, aunque hoy parezca difícil separar humanismo y universidad, habría que
reconocer que ambas instituciones nacen en diferentes contextos y épocas. La
universidad es anterior al humanismo, es una institución propiamente medieval
que hunde sus orígenes en las escuelas eclesiásticas que se encontraban
principalmente en monasterios y catedrales, cuya enseñanza giraba
fundamentalmente en torno a la teología. Gradualmente, a lo largo del siglo Xl,
estas escuelas fueron abriendo sus puertas a estudiantes que no cursaban ningún
tipo de formación religiosa; de igual forma, comenzó a abrirse a otros
conocimientos no necesariamente religiosos dando cabida a la medicina, farmacia,
astronomía, matemáticas, lógica y el derecho, principalmente.
La
fundación de las primeras universidades, como Bolonia en 1119, la de Paris en
1150, la de Oxford en 1167 y la de Cambridge en 1209, fue producto de un largo
proceso en el cual la educación abandono gradualmente los recintos monacales y
catedralicios, aunque no así la tutela de la iglesia, pues toda universidad tenía
que someterse a la supervisión papal, en cuya autoridad radica el permiso de
poder establecer una Facultad menor- donde podía enseñarse lógica, matemáticas,
gramática, y música- o una Facultad mayor- donde podía enseñarse medicina,
tecnología y derecho.
En
la Nueva España, de manera análoga, el clero tenia, el monopolio de la
educación y la enseñanza del castellano. La Real y Pontificia Universidad de
México fue establecida en 1553 con el fin de que los nuevos súbditos de la
corona tuviesen una educación acorde con los intereses peninsulares y
clericales. Con una cosmovisión teológica, la educación que se impartía era
solo para cierto sector: masculino y criollo, las colegiaturas eran muy altas y
solo se enseñaba el arte mayor.
Esta
universidad fue clausurada varias veces; la más importante y definitiva fue
impulsada por Valentín Gomes Farías en 1833, en el marco de la reforma legislativa
de ese año.
Mientras
tanto, en Europa, fueron las universidades italianas las primeras en marcar
decididamente su distancia del poder clerical y recuperar de la tradición
romana la idea de humanista, que implica un ideal de vida en el que prevalencia
la libertad, la erudición y la urbanidad. La libertad constituía un valor muy
importante porque es en la autarquía, en el gobierno de sí mismo, de donde
viene la mayor dignidad humana; pero esta libertad solo es algo que se cultiva
en la convivencia con los demás, con sus ideas y sus opiniones, por ello la
vida civilizada, la vida en la ciudad, la urbanidad, es una formación de
cultivar y honrar lo humano, a la par que la erudición, el conocimiento de las
letras, de lo que los predecesores han pensado, es también otra forma de
cultivar lo humano. Así, la humanista a adoptada por las universidades
renacentistas es mucho más que una definición, es una forma de hacer, de
cultivar, de honrar y de pensar lo humano que hay en cada uno de nosotros.
Con
la hegemonía del paradigma científico del conocimiento, el ideal de un
humanismo integral que reconoce tanto la importancia de la humanistas como la
necesidad del conocimiento de lado. Sin embargo, de la mano del positivismo
decimonónico, también surge la preocupación por recuperar el ideal de una
educación y formación, erudición y filantropía; vuelven a formas parte de un
mismo proyecto.
La
capacidad visionaria de nuestros liberales, producto de una amplia formación
laica y humanista les permite recuperar, desde 1847, con la antes mencionada
Ley de educación del estado de México, la humanistas renacentista, que luego se
plasmara en la constitución de 1857, primer escalón que permite vislumbrar la
universidad pública mexicana.
Honor,
a quien honor merece; distinción, a quien se le debe. El gran antecedente de
este proyecto educativo se debe a dos grandes figuras de nuestra tradición
liberal que ya hemos venido mencionando: Ignacio Ramírez Calzada y Valentín
Gómez Farías, este último, fundador de la sociedad medicaba de geografía y
estadística en 1833, que hoy me abre sus puertas como socio. En estas misma fecha,
1833, muy importante sin duda para definir el destino del país, Gómez Farías
promueve la reforma legislativa que comienza con la fundación de la biblioteca
nacional y establece la dirección general de institución pública, apareciendo
por primera vez la idea de una enseñanza libre.
Todo
este ideario quedo definitivamente plasmado en la reforma de presidente Benito
Juárez, quien con precisión señalaba ¨libre,
y para mi sagrado, es el derecho de pensar la felicidad social; es el principio
en el que descansa la libertad y el engrandecimiento de los pueblos, este
pensamiento aparece en la Ley Orgánica de Instrucción Pública y,
posteriormente, se ratificó y gratifico en nuestra Carta Magna del 5 de febrero
de 1917.
Allí,
una vez garantizada la libertad de creencias, en el Articulo 24, se confirma el
carácter laico de la educación, basado en un criterio de progreso científico y
nutrido por un vivo interés de luchar contra la ignorancia y sus efectos: las certidumbres,
los fanatismos y los prejuicios.
Asimismo, se estipulo una educación democrática,
entendida esta como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento
económico, social y cultural del pueblo; una educación nacional, capas de
contextuar nuestros problemas, aprovechar nuestros recursos y asegurar nuestra
independencia política, económica y cultural; una educación que contribuya a la
mejor convivencia y cultura, una educación que contribuya a la mejor
convivencia humana, al aportar los elementos para fortalecer en el
educando los valores de dignidad de la
persona, aprecio por la familia, prevalencia del interés general de la
sociedad; una educación , en fin, que de sustento de los ideales de fraternidad
de derechos de todos los humanos y evite la discriminación de sus formas .
Apropósito
de la educación laica, basta recordar la tesis fundamental del “Nigromante” Ramírez
que cimbro los muros de la academia de San de Juan de Letrán y a una sociedad
ataviada por el fanatismo religiosos la tartamudez de conciencia, contra ese
pensamiento entreguista y poco patriótico, Ramírez se levanta señalando “Dios no existe; todas las cosas se
sostienen por si mismas”.
Como
puede apreciarse, el liberalismo mexicano supo eludir la tentación de diseñar
un modelo educativo puramente instrumental y se aboco a la tarea, laudablemente
filantrópica, de recuperar la humanista para los distintos niveles educativos.
Esta
decisión, que proporciona al país soluciones para destruir la miseria del
pueblo, no fue fortuita, los principios liberales tuvieron mucho que ver en
este proyecto nacional. Respaldo esta idea en la frase del genial Carlos
Fuentes, quien dice: “La educación se ha convertido en la base de
la productividad”
El
paradigma de tal concepción del hombre reside, principalmente, en la figuras de
Prometeo y de Protágoras, pues en el primero encontramos el ejemplo del Titán
que, liberándose de la tutela de Zeus, decide tomar partido por los mortales y
darles el fuego, con lo cual participa también de la libertad humana. Protágoras,
por su parte, aparece como el símbolo del hombre autónomo que solo se
tiene a sí mismo para dar sentido a sus
acciones y al mundo. La máxima: “el hombre es medida de todas las cosas” es
una manera de afirmar que el ser humano es lo único que puede servir de
parámetro y medida de sus propias acciones, sin que exista una tutela o un dios
que le indique de antemano que hacer; con lo cual las creaciones humanas
tendrán siempre finito e imperfecto como su autor, un ser siempre por asarse, por
tanto, siempre en transformación. Pero al ser la medida de todas las cosas,
este hombre finito e inacabado adquiere también una gran responsabilidad doble sí
mismo, a cada paso se pregunta: ¿Cómo discernir el bien y el mal?
El
liberalismo mexicano impulsado por los hombres liberales de la Reforma, que ha de decir de Víctor Hugo eran hombres
con estatura de titanes, supieron ensamblar el liberalismo, en una Constitución
y en la separación irrevocable de la iglesia y el Estado.
Y
así se comprende que para Justo Sierra la universidad pública, más que
conocimiento, no podía sino ofrecer una formación, que implica que el
aprendizaje está en el proceso mismo; es una manera de reconocernos como
inacabo los y tendentes a construirnos a partir de los otros, de lo que podemos
aprender de los otros, el reconocer la unidad de lo humano y a hacernos
partícipes –responsables de ello.
En
este breve recorrido, hemos constatado que muchas inquietudes a lo largo de la
historia de los tipos tópicos que nos han ocupado: humanismo y universidad,
guardan semejanza con las preocupaciones de hoy. La escisión entre las dos
formas de cultivar el conocimiento, eso que Snow las dos culturas: la cultura
de los científicos y la cultura de los literarios es un problema de total
actualidad para la universidad de nuestros días, hoy persiste la viva
preocupación por integrar ambas perspectivas en un mismo proyecto, o al menos,
por no olvidar la importancia de que ambas vayan de la mano.
Aun
detectamos, al interior de nuestra propia universidad, a los intelectuales
literarios en un polo y en el otro a los científicos y, entre ambos, un abismo
de incomprensión mutua, a veces de hostilidad y desagrado, pero sobre todo de
falta de entendimiento. Cada grupo tiene curiosamente una imagen distorsionada
del otro. Sus actitudes son tan diferentes que, aun en el plano de la emoción,
no pueden encontrar mucho terreno en común.
Creo
que volver a integrar en un mismo proyecto las intenciones de la humanista del
conocimiento objetivo, de manera semejante a como fue embozado en sus comienzos
tanto por los filósofos renacentistas como por nuestros liberales; es decir, la
inquietud de volver a conjuntar las dos culturas del conocimiento, es una tarea
que la universidad actual no puede soslayar. La universidad contemporánea, como
heredera de tal tensión, también tiene la encomienda y responsabilidad de
repensarla y tratarla de darle una salid. Una universidad como la nuestra esta,
de hecho, surcada por tal problemática, pero no se trata de una división fatal.
Me
vuelvo a poyar en Carlos Fuentes, que de manera excepcional resume estas ideas
al decir:
“creo en la universalidad. La universalidad une, no
separa. Conoce y reconoce, no ignora ni olvida. En ella se dan cita no solo lo que ha sobre vivido, sino lo que
está vivo o por nacer en la cultura. Pero para que la cultura viva, se requiere
un espacio crítico donde se trate de entender al otro, no de derrotarlo- y
mucho menos, de exterminarlo: universidad y totalitarismo son incompatibles.
Para que la cultura viva, son indispensables espacios universitarios en los que
prive la reflexión, la investigación y la crítica, pues estos son los
valladares que debemos oponer a la intolerancia, al engaño y la violencia”.
Así
pues cuando en esta administración coincidimos en hablar de “Humanismo que
Transforma”, coincidimos también en la necesidad de integrar las dos culturas,
las dos perspectivas que incluyen el humanismo: la ciencia objetiva y la
humanitas, la educación y la formación, el conocimiento y la dignidad, la
erudición y la filantropía. Es decir, optamos por construir un bastión de
producción y aplicación del conocimiento, con toda la carga objetiva y científica
que implica, pero a la vez apostamos a que dicho cocimiento siempre tenga como
directriz la salvaguardar y el cultivo de la dignidad humana, el amor por todas
las creaciones humanas, por la sabiduría y los que nos unifican como seres
humanos.
Construimos
tal proyecto sabiendo que el conocimiento que no se traduce en cultivo y
aprecio por la dignidad humana, no puede concebirse cabalmente como
conocimiento; sabiendo que la cultura científica y la cultura humanística no
pueden florecer como dos proyectos ajenos e independientes. Es por tal razón
que cuando hablamos de “Humanismo que Transforma” no podemos más que pensar en
un humanismo integral que reconoce la importancia y trascendencia de las dos
culturas, es decir, se trata de un humanismo que integra en un solo gesto el
conocimiento y la dignidad, sin exigir el sacrificio de ninguna de las partes.
Reafirmamos nuestra creencia en la universidad pública, como lugar privilegiado
para el dialogo, la ciencia y la cultura.
Señoras
y señores universitarios todos, agradezco en todo lo que vale esta invitación a
formar parte de la ilustre y Benemérita
Sociedad Mexicana de Geografía y
Estadística de Estado de México, a su Presidente Maestro German García salgado,
distinguido universitario, y la Comisión de honor y Justicia; agradezco y
bienvenido a su casa Dr. Jaime Hugo Talancón; representante personal del señor
Presidente de la república Mexicana, Lic. Enrique Peña Nieto; agradezco a todos
quienes se dieron cita para ser testigos del ingreso de su servidor a la
SOMEGEM.
Desde
este espacio universitario, que es sede del máximo órgano de la Universidad
Autónoma de Estado de México, manifiesto que creo en la universidad, porque
creo en el hombre, creo en la universidad que vuelve libres a los hombres y los
dota de prestigio, conocimiento y razón de existir.
Así
lo dijo Adolfo López Mateos:
“el
hombre no ha de ser un número, ni una máquina, ni una pieza en el mecanismo del
Estado, sino el eje de una sociedad que se amas grande, más perfecta en cuanto
mayores sean su paz y su libertad”.
Creo
en el humano, pero en le humano que ve a la ciencia como fundamento de este y
que contribuye a mejorar las reglas de la vida en sociedad.
Creo
en el humanismo que construye acuerdos, que respeta opiniones y que condensa
proyectos, creó en el humanismo que te permite ver al otro como tu par y que
une, que motiva, que respira, que enorgullece; creo en el “Humanismo que
Transforma”
Así,
hemos constatado que humanismo y universidad, generan proyectos palpables por
que convocan las voluntades de libre pensadores como los son los
universitarios, a quienes con orgullo respeto y a quienes con dignidad me debo.
Dijo
con toda razón Benito Juárez “que los hombres no son nada, los principios lo
son todo”, sin embargo creo que los hombres son el centro en el que giran los
principios; binomio ineludible, inesperable del quehacer cotidiano por ser
hombre libre.
Es
por ello que manifiesto también mi adicción al liberalismo que impulsaron los
hombres de la Reforma, al que mostro a las grandes mentes que fundaron a la
universidad, pues esos hombres entendieron que la verdadera defensa de la
patria estaba en le educación pública, en la institución como elemento de
progreso, y aparecer otra vez Benito Juárez
“la
institución es la base de la prosperidad de un pueblo a la vez que es el medio
más seguro de hacer imposibles los abusos de poder”.
Esta
universidad nuestra universidad, universidad que se transforma todos los días,
universidad que crece todos los días, universidad que es producto del entendimiento
humano.
Noble
institución, perínclita cumbre, tribuna más alta del conocimiento; aquí los
hombres somos libres, más libres porque predicamos el sabio oficio de
acrecentar la libertad y la justicia
Termino
citando al artista Leopoldo Flores, icono de la universidad, representante más
nítido del humanismo, representante más nítido del hombre y síntesis del hombre
universo, cuyo concepto de universidad nos veja ver la grandeza de la misma:
La
Universidad es el universo; universo es el vientre infinito donde nace el
hombre, universo sin termino donde no existe horizonte, horizonte, todos lo
sabemos, en el universo no existe horizonte”.
¡Viva
la universidad pública mexicana! ¡Viva la universidad liberal y su laicismo!
¡Viva la patria, la ciencia y el Trabajo!
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